Wittgenstein y la importancia de las cosas
A sabiendas de que puede resultar un ladrillo infumable, advertiré que la enseñanza o moralina extraíble del núcleo de sus postulados que aquí mento, son tan fermosos como válidos para todo librepensador y ácrata seguidor del Carpe Diem.
Wittgestein (en adelante y siguiendo a mis maestros, "W.") fue un pensador inusual en la clase académica, taciturno, huidizo de las mieles de las cátedras y reductos complacientes de sus colegas docentes. Se inició en labores filosóficas de la mano del también grande Bertrand Rusell, objeto también de interminables lecturas por mi parte (tan genial como historiador de la Filosofía y constructor de la filosofía del lenguaje, como vulgar analista en suertes jurídico-positivistas).
El caso es que W. le preguntó a Rusell “Dígame si soy idiota; si lo soy me dedicaré a la ingeniería, si no, a la filosofía” (gran frase, para que este negro siga haciendo amigos). Y algo debió verle, porque ahí inició su labor académico-docente en Cambridge.
En la primera mitad del siglo XX, el Positivismo se traviste como positivismo lógico o empirismo lógico. El llamado Círculo de Viena es el germen y epicentro de esta corriente. Su premisa no deja de ser una derivación del principio de verificación ya apuntado por Hume: una afirmación sólo tiene sentido cuando describe hechos, y más allá sólo tienen validez la lógicay las matemáticas como algo formal.
O lo que es lo mismo, ante toda afirmación no susceptible de verificación empírica no será ésta verdadera ni falsa sino que carece de significado. Sólo el conocimiento basado en la experiencia tiene sentido. Así, la propia idea de Justicia o moral carecerían de sentido, sólo las normas basadas en la experiencia adquieren tal validez y aceptación mayoritaria.
Ahí es donde entra en juego W. , publicando su primer libro, el "Tractatus", sucesión aparentemente inconexa de aseveraciones lógicas, en las que afirma que el mundo está compuesto de la totalidad de los hechos y las proposiciones son descripciones de estos hechos=todas las propsiciones se refieren a hechos, pero sin causalidad. Es el lenguaje el que ha de representar estos hechos.
Hasta aquí esta teoría figurativa poco se aleja del empirismo del Círculo de Viena. Atención que viene lo bueno:
Dijo Wittgestein:
Pero existe algo más allá del mundo, simplemente no lo podemos describir porque para ello el lenguaje tendría que ir más allá de sí mismo, de los hechos. De lo que no se puede hablar, hay que callar.
Esta teoría fue aplaudida por los positivistas, por el Círculo de Viena que veía en sus palabras una confirmación
a todos sus postulados. De lo que no se puede hablar, hay que callar.... sólo tiene sentido así aquello de lo que tenemos experiencia pragmática y la ética y las valoraciones inherentes son poco menos que una estupidez.
Cuando W. estaba en boca de todo el positivismo como su nuevo mesías, cuando su efigie salpicaba en blanco las togas y birretes.... hete aquí, llega W. y enmienda la plana a los positivistas: Lo importante no reside según él en aquello de lo que sí se puede hablar, sino en aquello de lo que hay que callar. Aquello que los positivistas despreciaban por nimio, por carecer de referente, W. considera lo real y únicamente importante, lo que merece la pena. No hay medio para conocerlo, ninguna teoría puede encerrarlo, y por eso ante ello hay que callar.
¿Dónde debemos hallar el medio que rija la vida si no es en la ética?, W. dice: en la literatura, en la música, en al conocimiento carnal... pero nunca en el mundo académico, nunca en una teoría de laboratorio como pretendían los positivistas.
Al cabo de los años W. reformaría sus teorías del Tractatus, dando lugar a una etapa radiaclmente opuesta (en sus medios, no tanto en sus fines) .... pero esa, amigos, es ya otra historia.
Pues yo creía que un Tractus consistía en meterte los dedos con un guante en el culo.
Lo siento, no se me ocurría nada mejor que decir.
¿Mejor el silencio?
FE DE ERRATAS:
El que le mete a uno los dedos es un médico, que conste. No uno mismo ni un bondagista extremo.
Cuando venga 6D y vea esto, ya verás qué contento se pone.
Yo creo que si Wittgenstein levantara la cabeza, cagaría sangre con pepitas de kiwis incluídas al ver que has ilustrado sus parrafaditas con una viñeta de Mafalda.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
No es que Wittgenstein no me interese, Sr. Seisdedos. Es que después de leer a Cioran (gran error, no lo hagan en casa) todo lo demás pierde sentido.