viernes, septiembre 29, 2006

Un juguete para dos

Una vez tuve un mal sueño, un sueño en el que soñaba, soñaba en mi propio sueño. Soñaba con sueños rotos, desestructuradas ideas en un anárquico entendimiento del espacio y el tiempo. Iba y venía, volvía y mecía su cordura en la delgada lágrima de la utopía. Había catedrales y grúas, de todo tipo y colores; lenguas y lenguajes: bicos, besos, acentos y haches no intercaladas.

Le gustaba abrazar a su novio, en bragas, tirada en el sofá, mientras los dibujos animados y la teletrash exhibían su feria de las vanidades en el televisor. Por sus labios finos, sensuales y sugerentes, se deslizaban palabras anglosajonas populares de vez en cuando, domesticadas en una lengua vivaz e irreverente. A ratos no la entendía, perdía el hilo. Me daba igual... Yo solo la miraba, fijamente o de reojo, pero la miraba y me la follaba con las pupilas. A eso se le llaman preliminares, sí señor.
Éramos capaces de hablar durante horas, pero también de permanecer callados, mudos en nuestra impertinencia; enclaustrados entre cuatro paredes, una cama, coño, polla y dos bocas. Había un culo, a veces también había un culo.

El día que perdí la hache perdí la cordura, y con ella mi libertad para ser esclavo, pues ahora seré esclavo de mi libertad. Esto no es un sueño, ni una redundancia. ¿Los poetas? Un manojo de maricones. Tú lo sabes, yo lo sé. Ellos, espectadores desorientados, tienen demasiado norte por explorar aún.

Es excitante establecer un diálogo inintengible para los voyeaurs inconscientes. todo un juguete.
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