Ni puta gracia

Creo haber leído que hoy empieza de nuevo; Eva Hache, genio y figura, dicen. Ella, adalid de la suerte como curriculum, intrusa en una mediancohe para la que no han nacido sus huesos y sus mechas; semidiosa (vestida) del humor celulítico.

Empezó recitando papagayísticamente monólogos, monólogos femeninos. En nuestro país, eso significa hacer humor costumbrista, lo que en el argot del guionista infame e intoxicado por sabe dios que cultura del humor, equivale a perpetrar chistes sobre palominos y gallumbos, y a cantar goles haciendo un pararelismo (o paraLelismo) con un exagerado orgasmo femenino. "Oh por dios, corre por la banda y penetra, penetra, ¡PENETRA!. Sube, ahí, que bien, se acerca al área, penetra en el área y....¡GOOOOOOOOL! Desde Tony Leblanc y su maldita manzana hemos avanzado mucho, sí señor, muchísimo.
Se presentó al concurso de monologuista noveles que antaño organizaba El Club De La Comedia, retransmitido por Canal +. Viéndolo, pude comprobar como el gallego Carlos Blanco se comía la escena, en una combinación excelente de movimientos suaves con repentinos sobresaltos, colocando cada cada pausa en su segundo adecuado, matando de risa a los presentes con su speach sobre Santiago de Compostela. Cuando se despidió, en esa falsa escapada del actor cómico, reverencia al respetable incluída, creí ver una fantasmagórica corona reflejada sobre su cabeza. Pasaron unos cuantos más por la escena: un gangoso que parecía rogar sonrisas por caridad, el buenazo rechonchón que posteriormente saldría en Días de Fútbol... y ella. Intimidó al público con su verbalización agresiva en apariencia, aunque inofensiva (y hasta pusilánime) en el fondo. Hablaba rápido, con los ojos abiertos como platos, forzando el lenguaje con unas palabrejas en inglés metidas con calzador. Unos cuantos gestos mímicos para la galería, algún chiste sobre depilación y ya está, se acabó. Para mi desgracia (y la de todo aquel con un mínimo de cordura y buen gusto) había arrasado. El público se partió el culo con sus monerías, chascarrillos manidos y gestualizaciones extremas y patéticas. Se escuchaban aullidos, risas carcamales de viejas eructando carcajadas oxidadas. Ahí tienes tu público Eva, disfrútalo.
Naturalmente, ganó el pútrido concurso, recibiendo cheque y banda a manos del hoy magnate Milikito. Lamentable.


Pasó por el tibio programa de Manel Fuentes en Telecinco, la iluminada, aprendiendo el deshonroso oficio de la televisión remendada, supuesto espectáculo nocturno grabado a las once de la mañana. Si el bueno de Manel se equivocaba, la mano divina del diferido obraba el milagro, cortando para el bocata y volviendo a empezar desde cero. Las entrevistas se ceñían pautadas cual cuadreno Rubio, ningún chiste se deslizaba improvisado del guionizado plantel, y los colaboradores ploraban al bostezo con sus reiterativas actuaciones.
La sección de Hache ya era el colmo dentro de esta espiral redundante: todos los días decía que su educación universitaria se formó en Toronto, mezclaba inglés con castellano en velocista dicción aguda y abría mucho los ojos.
Una vez el espacio cayó fulminado, nuestra chica pasó a formar parte de los chicos Globomedia en su totalidad para hacer bulto en Splunge, sucesión de mini sketches desafortunados que TVE emitió durante tres meses. Aun siendo lo más destacable dentro de la carrera de Hache, el programa no deja de ser un vago recuerdo distorsionado que nadie echa (ni echó) de menos.




Pues bien, con este cuadro, a algún genio se le ocurrió colocar a la hija pródiga del histrionismo con vagina en el Late Night de Cuatro. El esperpento gasta el nombre de Noche Hache, y como ya dije al comienzo de este lamento, regresa hoy a las doce de la noche. Dicho espacio es un plagio barato del Daily Show, y si bien el original es en sí bastante flojo, imagínenselo con la Hache ofreciendo sus limitados recursos humorísticos... Todas las noches, encadenada al apático guión (y gracias, viniendo de ella sería peor una improvisación), enseña la dentadura riéndose a coño suelto de sus propias (des)gracias, emite sonidos guturales entre reseña y reseña a Fede Losantos, y realiza una meteórica entrevista fallida a un invitado que, casi siempre, es desaprovechado. No hay que olvidarse (faltaría más) del séquito de colaboradores que arrastra su inefectividd por el claustrofóbico plató: un chico empeñado en explotar el ajado gag de su egocentrismo, un inglés de pegajosa dicción y nula chipa cómica, Quequé (que cumple el papel sin hacer el ridículo, algo as algo) y la chica del grupo, reportera a la que todos ignoran, incluído el público.

Venga, aproveche ahora, vigoroso seguidor de las ásperas andanzas de ésta su payasa favorita, que hoy retorna a sus pantallas para goce y orgasmo de miles de paletos, mandíbulas facilonas y serviles compañeros de profesión. No deje escapar el momento hoy, que tiene sus encías vendidas a la Polancomanía y parece que es de lo más rentable para el imperio. Mañana quizá, sea sólo pasto de la memoria marchita.