Tentáculos y pirotecnia (parte I).
Hoy: Pink Flamingos.
En 1972, John Waters excretaría la obra cumbre del cine trash más entrañable, sucio, cruel, desternilante y connmovedor que el ser (no) humano ha visto con sus propias córneas. Lírico como solo un pedo de Divine podría serlo, magistral y única, esta joya sentó las bases del bizarre como género voraz y despiadado.
Podrían llover párrafos para diseccionar las moscas que rodean esta obra maestra, pero ya me estoy aburguesando demasiado en mi actividad como bloguero. Cualquier día narraré mis peripecias en el urólogo, o lloraré mis penas como alma solitaria. Y entonces, nada me diferenciará de ti, mugre lector.
Besitos, disfruten de la mí(s)tica escena.
yo no puedo con estas cosas.
y mas, despues de cenar
Joder qué asco... Divine estaba mal, pero que muy mal de la cabeza. John Waters también, pero al menos viste bien.
Eso no se lo permito. Un respeto por las arrugas.