Incontinencia ¿verbal?
En cierta ocasión alguien le preguntó a Paul Verhoven sobre el cine porno, esperando, seguramente, una respuesta reivindicativa y transgresora. Sin embargo, la respuesta del holandés fue clara e incluso lapidaria: “El porno es aburridísimo. Solo son unos cuantos genitales entrando y saliendo.” Uf… Era duro escuchar al autor de cintas como Delicias Turcas despreciar a un género bajo sus ojos plano, por mostrar, demasiado, dejando poco a la imaginación. Y es cierto que a Verhoven nada le gusta más que trufar sus filmes de constantes guiños al público más envenenado de la sala, ya fuera con un chiste obsceno o un gesto cómplice. Hacer pensar al respetable es una nobilísima tarea, sobre todo cuando para ello se escogen los senderos más farragosos, aquellos que pocos, se atreven a pisar. Por eso mismo sorprendía tanto que un chico malo como él retirara el saludo a un género tan escondido como los espectadores privilegiados de los filmes del propio Verhoven, receptores de sus sutiles temeridades.
En el Cine X hay tanta mierda como se puede encontrar en la producción media de la cinematografía corriente de USA, Italia, o Irán. Por lo tanto, que nadie ponga el grito en las nubes cuando se entere de que existen también joyas doradas en este arte defenestrado, forjadas con la misma imaginería insigne que puede emanar un peso pesado encadenado a la inmortalidad de los libros de historia del cine. Así que ustedes, amigos compatriotas, no solo no deberían desviar la vista ante una carátula guarra, sino que les correspondería enorgullecerse de que en su país se hubiese fraguado parte de la historia dorada del cine only for adults. Contra viento y marea este país ha sacado adelante una industria especializada en eyacular trastornadas preseas de condición caprichosa, por lo que aventurar prejuicios a las realidades sería, por lo tanto, una gilipollez. Y como el mundo parece despertar al fin de este largo letargo de obcecación puritana, llegaba la hora de reconocerle los laureles a este César llagado por las manipulaciones del subconsciente tribunal moral que todos lastramos en nuestro interior. Y es que, para una sociedad (ecuménica) que otorga riquezas a John Endemol, Uri Geller o, sin ir más lejos, la última amante de Beckham, ¿resulta tan bochornoso excitarse con una fantasía hecha casi realidad? Yo creo que no. Cualquiera de los personajes antes mencionados se me antojan tan divertidos y sápidos como necesarios, y el Cine X, en comparación, es incluso una medicina caritativa.
Para volcar el auge de este universo tan poco conocido en su fondo, han surgido en los últimos tiempos copiosos documentales dispuestos a adentrarse en él. Ejemplos son “La piel vendida”, aquí, en España, o internacionalmente “Dentro de Garganta Profunda”. Sin embargo, faltaba en España un libro que explicase este género de manera similar a “The other Hollywood”, un diario (multicolor) del porno norteamericano que recogía a modo de adrenalítico ejercicio cronista la historia de este cine que nos ocupa. Así que de entre las cenizas inexistentes de una traducción al Spanish que de The other hollywood nunca llegó, e intentando trasladar ese espíritu al X español, brotó de entre las fauces corrosivas de Jordi Costa “El sexo que habla". El porno español contado por sí mismo.” En este libro (que se reconoce felizmente deudor de TOH) se recopilan los diferentes enfoques del nacimiento en España de una definitiva industria seria pornográfica. La obra alterna una narración ágil de lo que el propio Costa autodefine como un ejercicio de maestro de ceremonias, con nutridos testimonios de figuras clave de esta fábrica de sueños (húmedos), manufacturando un tratado de lo que solo se podría definir como periodismo puro y duro. Erigido desde el cariño y la rigurosidad, en El sexo que habla nos hallamos con las palabras de Jose María Ponce, María Bianco. Manuel Valencia, Casto Escópito, Paco Gisbert, Bibian Norai, Nacho Vidal, Laura Brent, Malena Conde, Sandra Uve… y una larga lista de firmas que nos ayudan a entender el proceso de maduración del porno español. Pero la habilidad de Jordi Costa a la hora de ordenar este procaz guirigay, se descubre sobre todo al evitar convertir el libro en una orgía de datos y anécdotas insulsas, logrando mantener el interés y colocar cada polvo y cada rollo de película en su sitio.
En una cita extraída de estas mismas páginas, se encuentra una de las más bellas referencias a la poesía que emana este cine capaz de dialogar con el espectador de manera única. Dice así: “Lo que para vosotros es fantasía, para nosotros es jornada laboral”. Perfecto resumen de lo que pretende contarnos el sexo que habla de boca de tantos (y tantas) que alguna vez se han puesto delante de una cámara para follar. Perfecto resumen de lo que una industria entera quiere expresarnos desde hace años, con objeto de que la escuchemos liberándonos de prejuicios.
Creo que el porno al fin ha alcanzado su órbita final... Internet.
Han separado el grano de la paja (nunca mejor dicho), para que sea el metesaca el único rey de la función.
Y creo que debe ser así... Al margen de que en sus inicios, el porno deparara algunas cintas interesantes, no veo posibilidad alguna de ver porno que no sea con tu mano acabando en tus genitales, como no hay alternativa a soportar cualquier blockbuster tostón, que no inclusa un cubo de palomitas y un vaso gigante de coca-cola sin gas.
Leí hace tiempo un libro de Casto Escópico, "Sólo para adultos"... Flojisima amalgama de chascarrillos relacionados con el entorno del submundo X. Y es en realidad ese mundo lo único que me interesa del porno, la leyenda (o sus cotilleos, como prefiera).
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a mí el porno me hace reir xD