Besos manchegos
La Mancha es un paraje gigantesco, y difícil de analizar (por mucho que Paco Umbral se empeñe), donde prima el conformismo ante la llamada de atención (turi$mo, dicen) y el protagonismo opaco. Lo demostraron el pasado año con el tema Quijotesco (¿Villanueva de los Infantes?) y se ha reafirmado con el multitudinario estreno de Volver. Quizás, este circo amable y funcional, juegue un leve papel metafóirico, envolviendo y contaminando de subliminalidad lo nuevo de Pedro Almodóvar.
Un pueblo es un pueblo, aquí y allí, sí, donde estás tú. Nunca nada huele diferente más que en lo superficial. Solo hay que cambiar jamones por chorizos, boinas por virretes, chalecos por pana dura. El fondo, al fin y al cabo, dista mucho de diferenciarse de la comparación entre un rascacielos y otro. En Volver, los personajes resultan tan cercanos y entrañables, como tópicos y desesperadamente huidizos. Desde el guión se pretende adaptar el lujo (escatológico, músical, Almodovariano...) a lo manchego, a lo anti-cool. Los diálogos de Pepi Luci y Bom, a lo aldeano (esos diálogos de Blanca Portillo hablando de la marihuana). Y es que lo glamouroso es tentador, sobre todo cuando se tiene a tiro de piedra la genialidad de un creador insaciable, algo más que demostrado por este ganador de dos Oscar. De tal guisa sale bien parado el filme, aunque se entorpezca en (pocas) ocasiones. Un ejemplo, esa grotesca escena del marido cervezero, viendo el fútbol, ordenándole cosas a su mujer.
La película sigue navegando entre estos mares, constantemente tocada por manos expertas, besada (manchegamente) por el santo de la suerte del genio, el que ya no ha de demostrar nada a nadie, más que a él mismo, o a su pasado. De ahí Volver, el título, la película, el espíritu. En una fállida primera lectura, puede parecer una mera confirmación (y por lo tanto débil estancamiento) en una enquistada manera de parir arte, como en su día lo fue La comunidad para De la Iglesia, o en otra medida Big Fish para Burton. Pero Volver es otra cosa, es la realización (que no culminación) de un viaje obligado, prometido, severo y triste, como conmovedor es su mensaje. La entrevista con Millás, no es más que la reafirmación de esta teoría.
En definitiva, ésta es una película pequeña hecha grande, o una película grande hecha pequeña, que, en definitiva, no dejará de ser una proeza más en nuestro cine. Un producto de la industria al servicio de la degustación del cinéfilo y de las lágrimas de una vecina figurante limpiadora de lápidas, pasiva ante un estreno inusual en su tierra. Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo, platearon mi sien. Sentir, que no soplo la vida, que veinte años no es nada, ni el ayer ni el mañana. Que grande es el cine, que pequeño es el mundo, y que hijo de puta es Almodóvar. Coño.
Sinceramente no sé que coño le veis a este tio. Almodovar sólo es un mariquita un tanto sensible con problemas psicológicos de falta (o exceso) de afecto por parte materna (obvio, ocupa el 90% del guion de sus películas)y que tuvo la chorra de coincidir con un estado de pseudoapertura en los EEUU en la que este tipo de sensibilidades se aplaude (porque allí no saben expresar sus setimientos si no es a base de violencia.
Sinceramente me aburre mortalmente porque en mi pueblo ocurren cosas más interesantes y más garciosas que la plasmación de los complejos de este hombre.
Un saludo
Almodóvar no sería quién es, s ni existiesen los que, como usted, lo ven como un marica acomplejado. no se engañe, no le voy a llamar machista, ni homófobo, ni ninguna mierda LucíaEtxebarriana de esas. no tengo vagina, pero aunque así furera, no me hubiese llegado aún la menopausia, ya ve usted.
Sus comentarios, su visión retorcida de un mundo más renqueante y feroz aún, dilata aún más su parpadeante misticismo. Aunque siempre acaba con las luces encendidas, siempre cae de pié.
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