Freaks, de Tod Browning
Como cualqueir cosa serviría para enmendar la escasez de pulcritud (latinamente hablando)de este oscuro y sucio rincón, voy a a dar rienda suelta a una de mis debilidades a las que como cinéfago pantagruélico me veo abocado. Sin más:
Freaks, de Tod Browning
Hace ya años que el término que da nombre a esta película ha sido prostituído y emponzoñado gracias a que en estos días inciertos los valores brillan por su ausencia.
Tras esta breve muestra de escritura automática por mi parte, fruto de la posesión a la que mi cuerpo se ha visto sometido y acometido por el espíritu de Santo Escrivá de Balaguer, entremos en materia y dignifiquemos alos verdaderos "Freaks", a esas nobles y anormales (gracias a todas las deídades) que pululabn en los circos que Browning tuvo a bien conocer y recrear.
Del título original Freaks se pasó al muy gráfico pero libre "La parada de los monstruos". No será este momento y lugar de recordar los sacrilegios de los distribuídores hispanos, esas novias autoinvitadas para cualquier boda, pero sólo apuntar que ya en con este título se prejuzga a las nobles y demasiados imperfectas criaturas que protagonizan esta historia. Lo malo es comprobar que el prisma bajo el que se controla esta idoneidad para con un modelo tan caduco como aburrido, es perpetrado por sátrapas de lo corrección política y las ensaladas de bótox.
- El director:
Browning es uno de los llamados pioneros en la cosa esta del cine. Junto a su amigo Griffith, abrió nuevos senderos entonces vírgenes, y aun hoy no superados en muchos aspectos. Con Griffith colaboró como ayudante en Intolerancia (incluso tuvo un papel), y sobretodo cogió tablas y estableció contactos. De esa época proviene su amistad con Lon Chaney, que posteriormente sería su actor fetiche.
Browning seguramente será recordado por su Drácula con Lugosi, pero es Freaks su obra más personal, brillante y arriesgada. Al tema pues.
- La película y sus circunstancias:
Un circo. Trapecistas, forzudos y payasos conviven con deformidades y esperpentos.. de esos que el morbo y las risas a su costa rentabilizan la entrada para disfrutar del mayor espectáculo del mundo.
Como dato, decir que Browning hablaba aquí con conocimiento de causa; trabajó y vivió en un circo en sus años mozos. Por otra parte, un accidente de coche le dejó secuelas físicas el resto de su vida y terribles dolores. Estos, sus freaks, bien pudieran ser los reflejos de sus propios complejos y temores, en constante anhelo por la aceptación social que Tod nunca logró en vida.
No fue un estreno fácil, y sí muy arriesgado. Browning pasó del arrollador éxito de Drácula, a tirarse sin red con esta película: la financiación de la Metro se mantuvo siempre en la cuerda floja, y las críticas e ingentes pérdidas tras su fracaso en taquilla, enviaron al director a la jaula de los leones. Sólo a mediados de los 60 se comenzó a valorar esta película, en Europa, y más a como icono kistch, que como la joya que subyace tras la pátina del esperpento.
Aquí, Browning posa con sus estrellas.
Los 90 minutos son una sección en ese panal que supone el circo, lo que nos permiten ser vouyeurs en ese microcosmos. La grandeza del film reside en trasladar a una carpa los seculares leimotivs que periguen y guían al género humano. Sentimientos nobles, e inocentes se cruzan con envidias, venganzas ... amor frente a avaricia.
Como si de una trama shakesperiana se tratase, los personajes son marionetas en un tablero vital, donde son esos instintos tan fuertes como inherentes al hombre, los que al cruzarse desatan las pasiones más descarnadas. Los personajes son arquetipos clásicos, fácilmente identificables por el espectador y que hacen sencillo el seguimiento de la película. Lo complicado es asumir el trago de hiel que supone la ausencia de reparos y complejos con los que se nos desnudan las miserias humanas.
Las apariencias siempre engañan, y el maniqueísmo (monstruos/humanos=inocencia/perversión) del que Browning parece tomar partido ya desde un inicio, encierra claves más profundas y desagradables.
- Conclusión:
Estética novedosa y cruda. Temas universales y tratamiento clásico, nada nuevo en el fondo pero sí en las formas; casi todo quedó inventado ya por los autores latino-helenos clásicos, la importancia de una historia como esta radica en crear nuevos cauces para efectuar una deconstrucción de arquetipos aún hoy demasiado trillados y parir nuos roles que se adueñan del tablero y se comen la escena.
Una sincera y descarnada historia de amor, al fin y al cabo: Tan sólo pero tanto como eso.
Hoy día sería impensable su estreno: Lo boicotearían cienes de asociaciones de perturbados, oenegés defensoras de falsos valores y talibanes de lo políticamente correcto. No es fácil digerir que la mayoría de actores sean deformes, oligofrénicos, siameses,y otras taras genéticas. Un retrasado o autista para dar lástima o hacer risas ternescas, está bien visto y funciona (óscar al canto). Lo jodido es cuando hay una decena en nómina, y se los trata de igual a igual con los normales.
Pues eso, OBRA MAESTRA.
P.D. :¿cómo cojones enciende un cigarro al hombre-oruga (Randian)? También escribía, pintaba...y lo que ahorraba en vestuario al limitar su presupuesto de armario sólo a chalecos.
Dos amigos charlan de sus miserias tras un día de tajo. Mañana los bocadillos de atunes y las birricas te los traes tú.
¿cómo y por dónde caga el hombre a la mitad (J. Eck)?
¿Tú también, hijo de blogger, tú también?
Cuando me desperté, el freak seguía allí.
Pues está claro por dónde caga, Sr. Foreman. Por los sobacos.
"Freaks" es una obra maestra, una puta obra maestra, una jodida obra maestra, una fascinante obra maestra, etc, etc... independientemente del estrato social, cultural, político, geográfico, sexual, sanguíneo o vecinal al que se pertenezca.
(Ahora que no está el culpable de este engendro estufario...
Os he enlazado en mi blog, el que narra las aventuras del pastafárico caballero altomedieval Frikipedio, famoso en el Orbe entero. Pasáos por allí y comentad algo si os place.)
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Aunque me gustó Freaks y reconozco la perversión lingüística que ha culminado en el llamado movimiento friki, debo confesar que soy uno de estos últimos. Todos lo somos un poco, en realidad. Quizá porque no hemos podido ser verdaderos freaks.
Se me olvidaba -cosas de la autopromoción nerviosa a las tantas de la madrugada- decir que esta película es hermosa de verdad. Triste pero muy hermosa. Es curioso porque se me viene a la cabeza aquella canción de la Mondragón (Yo soy el hombre sin brazos del circo...), con un argumento muy semejante.
Gracias también por el exquisito trato de vuesas mercedes a este humilde trovador. Prometo publicar pronto el 8º textículo, donde se prepara una guerra.
Saludetes desde Gondwana.