Pronto
Julia no había parado de hacer cosas de chicas durante toda la noche, y se sentía muy femenina. Eran ya las tres de la madrugada. Papá y mamá dormían en su habitación. Había cenado poco, apenas un yogur y dos mordiscos de manzana. En la cocina se respiraba un olor rancio a goma quemada. La gata estaba durmiendo. Julia abrió y cerró el frigorífico para ver si el ruido la despertaba, porque no tenía sueño y quería ver la tele en el sofá del salón acompañada de la gata. La gata siempre hacía buena compañía. La gata era buena gata. Pero no se despertó, y Julia prefirió no insistir.
En el salón, como siempre, las cosas estaban revueltas. Julia se rió al ver la cantidad de pelos grises de gato extendidos por entre los filamentos verdosos de la alfombra de graninela que mamá había comprado estas navidades a juego con las cortinas de la abuela, que se había muerto y como herencia dejaba unas cortinas de color pistacho que filtraban muy bien la luz del atardecer. Julia dejó de reírse porque no quería parecer tonta, a pesar de que no había nadie más allí aparte de ella.
En los canales cinco y seis había teletienda. En el canal ocho había porno, pero se veía borroso. Julia dejó el porno borroso sin volumen y cogió el teléfono móvil. Estaba tendida sobre la alfombra verde, con el pijama puesto. Era un pijama corto que le dejaba las piernas al aire. Las piernas de Julia brillaban a la luz de la bombilla del salón, una luz pálida y naranja. Julia se miró las piernas y sonrió. Luego se puso colorada. Las piernas de Julia brillaban a la luz de la bombilla de salón porque se había pasado toda la noche haciendo cosas de chicas. En ese preciso instante, con el móvil en la mano, sintió la vibración que anunciaba una llamada. La pantalla del teléfono se iluminó. La pantalla decía: Zeta. Julia descolgó.
—Hola cachorro.
—Precisamente iba a llamarte ahora —dijo Julia.
—Así que estás despierta —dijo Zeta.
—Sí. —Hubo un largo silencio. Como tantas veces se habían quedado sin palabras, y eso que tenían muchas cosas que decirse, la mayor parte de ellas repetidas.— Hoy me he pintado las uñas —dijo finalmente Julia llevándose el dedo a la boca.
—¿Ah sí? ¿Las uñas de las manos o las uñas de los pies? —preguntó Zeta.
—Las uñas de las manos y las uñas de los pies —contestó Julia, justo antes de que otro silencio intoxicara sus sonrisas.
—¿Sabes qué? —intervino Zeta—. He recuperado mi guitarra.
—¿Tu guitarra? No sabía que tuvieras una guitarra —dijo Julia—. Ni siquiera sabía que supieras tocarla.
—Oh, sí —dijo Zeta—, tengo una guitarra. Y la sé tocar muy bien —añadió.
—Has dicho que la has recuperado —dijo Julia—, ¿te la habían robado o algo así?
—No, no —dijo Zeta, riendo entre dientes—. Lo que pasa es que hacía mucho tiempo que no la tocaba. La tenía olvidada en el trastero, ya sabes, donde guardamos las cosas inservibles. Pero yo quiero mucho a esta guitarra —dijo acariciando armónicamente las cuerdas—. Esta guitarra no es una guitarra inservible. Esta guitarra es mi guitarra.
—Qué bien suena —dijo Julia, y preguntó:— ¿Por qué nunca me habías hablado de ella?
—Bueno, supongo que porque había dejado de tocarla —dijo Zeta.
—¿Y por qué dejaste de tocar la guitarra? —dijo Julia.
—Porque últimamente sólo me salían canciones tristes —dijo Zeta.
Se produjo otro de esos silencios.
—Zeta, tócame una canción.
—No —dijo Zeta—. No puedo tocarte una canción, cachorro. Ahora no puedo tocarte una canción.
—Vamos —dijo Julia—, no seas así. Ahora estás conmigo, ¿no? Estamos juntos, ¿no?
—Sí, cachorro.
—Entonces seguro que puedes tocarme una canción —dijo Julia—, y seguro que esa canción es lo contrario a triste. Seguro que esa canción me hace llorar.
—¿Eso crees? —dijo Zeta.
—Sí —dijo Julia—, eso creo. Por favor, tócame una canción.
—Te la tocaré cuando nos volvamos a ver —dijo Zeta.
—¿Cuándo nos volvamos a ver? —dijo Julia con tono alicaído.
—Así es —dijo Zeta—. Cuando nos volvamos a ver.
—¿Y eso cuándo será? —preguntó Julia.
—Eso será pronto —contestó Zeta.
—¿Y cuándo es pronto? —insistió Julia.
—Pronto es en cuanto podamos —insistió Zeta.
—Yo quiero verte ahora —dijo Julia, y empezó a mordisquearse una uña.
—Lo sé, cachorro, pero ya sabes cómo funcionan las cosas. Las cosas, ya sabes. Aún así, nos veremos antes de lo que piensas, nos veremos pronto, y entonces te tocaré una canción.
—¿Es una promesa? —dijo Julia.
—Una promesa —dijo Zeta—. Oye, ¿sabes de qué color es mi guitarra?
—No —dijo Julia—. ¿De qué color es tu guitarra?
—Es de color azul —dijo Zeta—. Un poco más oscuro que el azul del cielo, pero aún así es bastante claro, bastante limpio, bastante parecido al azul del cielo.
—Azul cian —dijo Julia, y soltó una risilla. Zeta, al otro lado de la línea, se rió con ella—. ¿Sabes qué? —dijo Julia—. Cuando me preguntaste si sabía cuál era el color de tu guitarra, enseguida pensé en el azul.
—¿En serio? —dijo Zeta.
—En serio —dijo Julia—. No me preguntes por qué, pero se me apareció esa imagen. El azul.
—Vaya —dijo Zeta.
Se escucharon respirar el uno al otro. Era otro de esos silencios, sólo que algo más amargo que los anteriores, y no sabían por qué.
—Tengo que dejarte —dijo Zeta—. Te estoy llamando desde el teléfono de casa, y bueno, ya sabes lo que pasa si te llamo durante mucho tiempo desde el teléfono de casa.
—Sí, lo sé —dijo Julia.
—Hablamos mañana —dijo Zeta.
—Vale —dijo Julia.
—Te quiero, cachorro.
Julia tardó en responder, con voz llorosa:
—Yo también te quiero.
Hubo otra pausa, breve.
—Chao —dijo Zeta.
—Chao —dijo Julia.
Y se colgaron el teléfono. Julia se estiró boca abajo sobre la alfombra y levantó las piernas doblándolas por las rodillas. En el aire, luego, las cruzó por los talones. Era tarde. No tenía sueño. Se secó una lágrima. Extendió el brazo izquierdo alcanzando una revista del revistero. Echada sobre la alfombra, se puso a leer un artículo al azar, intentando con todas sus fuerzas no pensar en la llamada que acababa de finalizar, en la guitarra azul, en Zeta y la canción que le había prometido tocar. El título del artículo era: Vanguardias de bajo coste.
Se secó otra lágrima.
Qué artículo más alegre ha escrito usted.
Basura.
Eso no me lo dices en la calle.
Este relato hay que experimentarlo, no entenderlo.
6dedos, te respeto.
El señor Lynch es un degenerado, y la mitad de las cosas que hace son cosas incomprensibles.
No me hacen ninguna gracia sus cosas incomprensibles.
¡Absurdo!
¿Dónde está la botella?
Qué poca clase tiene el señor 6dedos cuando se dedica a entrar al trapo de mis impertinencias.
Cuando escribas un mientras agonizo como el señor Faulkner (Faulkner, ése sí es un señor), hablamos.
Basura.
Cuando ganes el planeta hablamos.
Ola hamigos, me gusta dilapidar mi fortuna a falta de una semana para el bingo.
Yo prometo a mis amigas ir al bingo, y luego dilapido mi fortuna, así, dilapidando, y mis amigas mi dicen: ¿y el bingo?, y yo les contesto: es que no tengo dinero porque he dilapidado mi fortuna. Pero me apetecía ir al bingo, les digo, de verdad que me apetecía.
La señora mayor (si es que ese es su verdadero nombre, señora mayor) dice cosas que no tienen ningún sentido y que no vienen a cuento.
A lo mejor chochea usted, señora.
Claro.
Como está mayor.
Borracho!
(Con música)
Me pongo una tijera una tijera una tijera en el pezón.
Ron ron ron, una botella de ron. Darrrrme bebida, ron ron ron, una botellar de rrrron.
Dejad de trollearme, por favor. Soy un hombre muy sensible, como demuestran mis artículos y mis relatos breves.
Sensibilísimo.
¿Por qué me trolleais?
No te preocupes 6D.
Yo te entiendo y te respeto. Como artistas conceptuales que somos tenemos que echarnos un cable. entre nosotros
Cómo odio a ese tío, como lo odio
pretencioso!!!
es de buen judío, ser agradecido
Mañana no nos acordaremosde todo esto, y más de uno acabará MUERTO DE LA VERGUENZA
many calavera
juan manuel de prada
y no olvidarse del detalle de los títulos, lo mal que los hace.
Desde luego parecéis niños. Niños pequeños
De alguna manera
Rama
Blanca
Rostro
Balanceado,
Ruidos de
Buitres,
y un algo que se rompe a la sombra.
S Buen Buche
00000000
0
0 0000
0000000000000000000 0
___0
0
0000000000000000000 0
0 0000
0
00000000
PA TU CULO, SEISDEDOS
JEJEJEJEJEJEE, PRINGADILLO
¡HE GANAO! ¡HE GANAO!
¿QUÉ HA PASADO?
YO HABÍA DIBUJADO UNA POLLA CON CEROS
UNA POLLA
TONGO
000
0 00
000000 0
0
000000 0
0 00
000
COMO ÉSTA, SEISDEDOS
PA TU CULO Y PA TU BOCA, PERO PRIMERO PA TU CULO
HE GANAO
Mierda, no me sale.
Bueno, el concepto es:
UNA POLLA PA TU BOCA
Recuerdos de mi chati, que está pajeando al gato.
0|0
0 0
0 0
0 0
0 0
0 0
000 000
0 0
000 000
Yo quería denunciar que el post en un principio se titulaba Pronto, y entre paréntesis "relato breve", osea tal que así: Pronto (relato breve)
Luego 6dedos lo debió cambiar porque es gilipollas y le da vergüenza no saber escribir.
Nunca llegarás a escribir como Ray Loriga, nunca.
Hola trogloditas del ADSL, soy un arqueólogo del futuro que ha tenido acceso a un poema de infancia (o adolescencia, todavía está sin peritar) de Ray Loriga, y me parecía oportuno sacarlo a la luz aquí, en un punto inconcreto del pasado en el que el nombre de mi investigado sale a la luz para que el autor de un relato breve más bien gay pueda autotrollearse con comments que sólo leerán él y algún [PALABRA PROHIBIDA POR BLOGGER].
Aquí, el poema:
OH MÁSCARA
Ray Loriga
Perdido entre mi espejo y mi gomina
entre entre mi último experimento,
perdido con todo este talento
mi cerebro es mi caos, mi mina.
Me pongo una chupa negra a los hombros,
soy un pequeño genio con una perilla,
bandido ay muero yo por ti, sevilla,
estamos tú y yo, Apolo, solos.
Oh máscara que me haces ocultarme
ante los vulgares, esos mediocres
que se arrastran como reptiles, a tientas,
y yo crezco sin más remedio que ufanarme,
de mi máscara, mis condones de doce,
que no utilizaré hasta los treinta.
Destacamos en especial este verso:
mi cerebro es mi caos, mi mina.
Larga vida a ray.
Hola a todo el mundo. ¿A que has vuelto a ver el vídeo?
No hay huevos para hacer que hable don clueco en su lengua vernácula.
00
0000BB
0000BB
00
Si tu no te das cuenta de lo que vale, el mundo es una tontería, si vas dejando que se escape lo que más quería.
A todo esto 6dedos que me encanta tu blog. Especialmente los primeros artículos, que son muy coherentes con el estilo de los últimos. Cualquiera diría.
Ah, y no se quien es Ray Loriga.
Es usted un discreto aprendiz de meretriz de plazoleta, le basta y le sobra con lo que nos da, ¿eh maketo?. Que el neorrealismo le guarde a Vd. por muchos años.
Yo sólo venía a decir que cuando un señor mayor empieza a escribir relatos sobre lolitas de muslos prietos y pechos turgentes que calientan por teléfono a los que antes eran señores respetables y que ahora se dedican a rescatar su guitarra de la capa de mierda que la ocultaba en el sótano y querer cantarles canciones de las convivencias mientras le miran las bragas a la ninfa, entonces, y sólo entonces, una revisión de los libros de Juan Manuel de Prada puede traer hasta alguna sorpresa. Le pese a quien le pese.
¿La guitarra es una metáfora?
Nos ha gustado mucho el personaje de Julia. Por otro lado loamos igualmente la delicadeza en la escritura del texto.
Yo creo que el relato no acaba de emocionar. Le falta algo.
Para conseguir empatizar con el lector con un relato breve claramente influido por el hiperrealismo americano de folletín muy muy dialogado, con chica guapa (porque se adivina que es guapa) y todo, hay que dar más.
6dedos no llega al núcleo de las emociones.
6dedos perifera.
Ah, pero vosotros aguantáis a este memo.
Nosotros en el congreso le metemos la cabeza en el retrete y le obligamos a esnifar droga para reírnos, ja, ja, ja.
ja.
Anda que no debe tener el cuello rojo de collejas ni nada.
COÑO QUE BUENO QUE ES ESTO NO HABÍA LEÍDO NADA TAN BUENO DESDE QUE LEÍ UNA COSA BASTANTE BUENA HACE TIEMPO.