Quiero ganar el Planeta
El Planeta es, con diferencia, el premio literario más importante en nuestro país. No sólo por los 300.000 kilos que se lleva el afortunado, también en calidad de producto de mercado transitorio, como muestran las horas y horas de televisión en las que se ceban con él, al igual que los ríos de tinta (china) que corren por los diarios de tirada nacional para cubrir semejante evento. No hay programa que se precie que no disponga de un agudo reportero dispuesto a encender la chispa a la gala, preguntando sandeces a personajes tan dispares como Arrabal, naturalmente confortando en su mapa para perdidos, o Boris Izaguirre, siempre al acecho de corrillos privilegiados en los que picotear algo más que un canapé. Y que no falten las cargantes entrevistas para El País y sus suplementos, El Mundo, Qué Leer… Mucha mierda para todos, enhorabuena a los ganadores, y promocionando que es gerundio.
La repercusión mediática de la que esta gesta cultural disfruta anualmente no tiene rival, ni dentro ni fuera de nuestras fronteras; no es casual pues que se haya cretinizado, no sólo estéticamente, sino también fundamental y moralmente. Un premio con la capacidad de hipnotizar al analfabeto funcional medio logrando que el único libro que compre durante el año sea el suyo, no puede aburguesarse en el tedio de la mala sombra, ha de expandir su criterio por los confines de la banalidad. De esta manera, lo que antes era una pantomima carísima capaz de mudar el disfraz con la misma facilidad que Terenci Moix y Antonio Gala intercambiaban pluma, fue paulatinamente adecuándose al nuevo mercado de lectores. Por mucho que a los hooligans de Felipe González les escueza, Sánches Dragó, Umbral o el mismísimo Cela, quién plagió su libro premiado en un acto de bochorno irrisorio (hubiera sido mejor cagarse encima al recoger el galardón), son figuras literarias de un estatus encomiable. Pero, con el paso del tiempo, el listón ha bajado con idéntica torpeza a la empleada por Marina Castaño (o Marina Mercante, como la llaman las señoras) para limpiarle el culo al nobel de Ira Flavia. Antes el Planeta era un timo con estilo, pero ahora es puro detritus: definitivamente, no hay huevos. En una empalagosa metamorfosis, se ha derivado hacia el folletín de ama de casa, con protagonistas de la talla de Lucía Etxebarría (adicta al chocolate), o María De la Pau Janer (de ésta no he leído nada, pero me jugaría el escroto a que no es precisamente una eminencia). Precisamente esta última fue homenajeada en la entrega ceremonial con unas cariñosas palabras del ogro remolón Juan Marsé, quién dijo que su novela era, al igual que la mayor parte del material presentado a concurso, poco más que una mierda. Ella se indignó, por supuesto, y con la depre a pleno gas no le dio tiempo a encajar la controvertida presentación que don Paco Umbral hizo de su libro, definiéndolo como un ejemplo claro de la literatura femenina que en el último cuarto de siglo venía practicándose, carente por completo de estilo. Una verdad como un templo, muy a tener en cuenta a sabiendas de la nulidad formal del grueso de la obra de don Francisco, un hombre cuya ausencia de estilo parece hasta premeditada, pues es un señor que ahora escribe como habla, pero que al principio escribía como hablaba, y él nunca varió su forma de hablar.
Pero yo sigo empeñado en mi arduo afán por hacerme rico escribiendo un libro (malo). Nunca me lo había planteado, pero a dios y a Camilo de Ory pongo por testigos del siguiente juramento: el próximo año presentaré una novela al Planeta. A lo mejor creen que es hora de dar cancha a un desconocido y crear un producto nuevo, que los veteranos ya aburren; la pandilla de los encanecidos absurdos ya no es lo que era, su mensaje no llega. Miren sino al pobre Álvaro Pombo, ya nadie entiende qué coño dice, y no sólo porque al hablar parezca tener arena en la boca: sus bailes a la luz de la luna con la semántica de lo indescriptible dejan bastante que desear, y menos si dice ser más autobiográfico de lo que ya de por sí es cualquier ficción gestada en la cabeza de un homosexual. Señores, háganme caso, la estafa es un arte como otro cualquiera, y no podemos perder su esencia en estos premios tan apetitosos para consumidores de opio y amuletos literarios. Hay que hacerle el boca a boca, y mi bolsillo está harto de que lo rasquen. Me ofrezco voluntario.
Pues en mi opinión, el planeta es un premio bastante digno. No sé si el autor de este blog titne algo personal en contra de sus organizadores, o si simplemente ha mandado escritos a concurso y fueron rechazados. El rencor es muy grande en el mundo de los blogs.
Bueno, no iba a decir nada acerca del Premio Planeta y me encuentro con que el anterior Usuario Anónimo lo ha dicho por mí mejor de lo que yo lo hubiera hecho.
Aunque también estoy en desacuerdo con el texto porque 6 dedos ¿de verdad piensas eso del premio Planeta? Tu concepción de la vida me da hasta pena. El premio Planeta es lo mejor que nos ha dado la vida y lo digo de verdad.
Vamos, que además me parece penoso todo esto.
Y quién es ese Camila de Ory?
Un hombre digno cuya identidad ha sido usurpada por un aspirante moral a funcionario reconvertido a poeta. No es morfema, es morfina.
Di que sí, tú sí que vales para el mundo de la farándula, vendiendo productos que no te crees ni tú mismo.
Mientras tratas de despotricar contra todos los escritores con tu estilo pedante y tu riquísimo vocabulario, existe gente que sabe dedicarse a contar buenas historias. Porque ser escritor no es sólo escribir bonito, eso lo sabe hacer todo el mundo o puede aprender a hacerlo (si no mírate a ti) Es sobretodo ser original, narrando historias que nos emocionen y nos hagan libres. No como tu mierda de artículo que lo único que ha conseguido es que me dé cuenta de que escribes fenomenal, pero seguro que luego no eres capaz de contar una buena historia. Siempre podrás ser ensayista o escribir artículos.
SIN EMBARGO EL PLANETA ES UN PREMIO DE NOVELA.
Yo reconozco que es un timo, y que no es más que otro paripé de la editorial para vender aún más; pero de ahí a que maltrates a tantos escritores me parece vergonzoso. Si te consideraras un escritor en condiciones no atacarías así a tus colegas (aunque ya veo que la envidia es malísima) Seguro que luego te presentas tú también a ese premio con la ilusión de hacerte tan famosos como ellos.
La literatura es algo más que todo eso. No seas tan mezquino y guárdate tus críticas para ti mismo, que siempre es quien más lo necesita.