Crónica nocturna y alucinada

La noche es una mentira coloreada. Los bares, un mecanismo de defensa. Viva el ruido, viva el alcohol, la soledad y la noche estrellada. Vivan las chicas guapas. El tópico. Viva el piercing que te cuelga del ombligo, la costura de tu minifalda, la alegría de los espejos. Suena a lo lejos una bocinita. Que suene. Hoy estamos todos tristes: los jóvenes, los estudiantes y las estudiantas hacen vida social en las discos y quien entra aquí es porque pide guerra. Guerra… Porque esto no es una disco. ¿Has visto esa chica rubia? ¿Has visto cómo tropieza? Espérate, no te vayas, voy a pagarte una fanta. Solos pero borrachos, lo que decíamos antes. De aquí no se escapa nadie. Ni siquiera el piercing.
Las niñas. Las niñas vienen pintadas. Tienen color de uva en el columpio muerto de sus ojos y las costillas musicales, hablan con chillidos estereofónicos, sincronizados, que llaman la atención de los débiles de la barra mientras ellas salen del baño riéndose y dando codazos a la Nada, que vete tú a saber si es una amiga infeliz, gorda y con aparato. Las niñas, qué putas. Vienen con adefesios que les aguantan la vomitera. No tienen corazón. Ellas. Paseando menopausias ciegas y prematuras a las que tienen acceso a ratos, y con fortuna, entre copa y copa, entre tío y tío. Ay, las niñas, joder, con las niñas. Las niñas son unas indecentes. ¿Has visto cómo tropiezan? Solos pero borrachos, ¿te acuerdas?, págale una fanta a la niña. Living on the edge. Lo que decíamos antes.
Son anoréxicas y guapas, las niñas, a mí me gustan un montón, y estudian todas en institutos, y fuman todas con mucha clase. La anorexia. Vaya. Aquí hay literatura, pues la anoréxica, o aspirante, no quiere estar buena, por decirlo de una vez, sino que su esquelatura, diseño de ella misma, nos sugiera el arpa violenta de su amor adolescente y armónico. Han sido unas generaciones bien cebadas y sólo los espíritus más sensibles de la generación del perrito y la hamburguer se vuelven contra eso, descubren que el ideal femenino no está en las revistas ni en las pasarelas, sino en el interior de una misma. El mal del siglo, la anorexia, es un mal del alma: la respuesta que da ésta al cuerpo, un asco del cuerpo, del propio cuerpo, una purificación sexual que no excluye el sexo.
¿Me estás diciendo en serio que no quieres una fanta?
Detrás están los señores. Puf. Los hay ridículos, cómo no, de esos que se embuten en camisetas adolescentes y piden cubatas para todos, y los hay decentes, también, de aquellos que miran por encima de las gafas y fuman cigarrillos que quieren ser metáfora de algo, no se sabe de qué, y que se apagan y apilan en un cementerio de soledad. (Mira, ya tienes una metáfora.) Ríen, charlan y aplauden, los señores, con aplausos únicos y destemplados. Plas. Qué gracia eso que has dicho. Qué gracia eso que has hecho. Dicen. Porque esto es un bar, un garito, y cuánta puta y yo que viejo, vale, lo que tú me digas, lo que tú me quieras, cielo, pero aquí que se viene a hablar mientras se bebe, a echarle la baba al de al lado mientras nos rascamos la nariz y eructamos verdades histéricas al ritmo de la noche. Yo es que amo a la droga y detesto a los drogadictos, sabes, aunque al final los acabe observando con condescendencia pasadas las cuatro de la mañana. ¡Qué cómplice el intercambio de guiños que hacen sus narices entre cortinas de humo! Uno siempre se pregunta por qué no disimulan más, y uno siempre se sorprende a sí mismo haciéndolo cuando le toca acelerarse la octava vez que va al baño. Hemos vuelto a las andadas, sabemos que ella no miente, y entre cacareo y cacareo de sandeces aturdidas por la noche y su contexto escuchamos hablar al vulgo sobre el opio que lo mantiene. Fútbol, Eurocopa, Villa y su maravilla. Ah, España, qué bueno que viniste. Yo aquí haciendo la crónica en una, dos, tres y mil servilletas sucias y tú dale que te dale con el fútbol. Poco importa la desaceleración económica (o crisis) que tiene las terrazas vacías, los camioneros huelguistas o la falta de sexo en las camas maritales que denuncian las revistas en páginas interiores. A España lo único que le interesa es el furgo. Hay que joderse. Afuera suena una bocinita. Ahora le sigue una ambulancia.
Vuelven las niñas como pájaros que han aprendido aún que no saben volar, agarraditas de sus niños, en su mayoría hombretones, que no pueden fumar sin mancharse. Es la noche, es España, es la cutreidad de anteayer, el mal gusto, nosotros. Pinchan música para viejos, guitarras distorsionadas en bajita distorsión. No se escucha cómo canta, ¿cómo dices que se llama? Déjalo, periquita, voy a invitarte a otra fanta. Échate un baile en el borde, baila como tú sabes. Mueve ese esqueleto triste.
Las niñas, las anoréxicas. Quisiera terminar con ellas. Su delgadez es peligrosa, su delgadez es lírica: una respuesta a las siete vacas gordas que hoy nos comemos de una pieza. La respuesta definitiva a la vulgaridad de la llenita. Se trata de poner el amor a dieta. Ay. Ya las románticas tomaban vinagre para enfermar, y el vinagre que toman nuestras nuevas románticas es nada menos que la muerte. Uno comprende que la adolescente se avecinde en ese suicidio lento y bello, porque tienen muy cerca la infancia y la pubertad, esa bulimia, y, sobre todo, tienen muy cerca aún a los padres, con su sexualidad saludable y porcina. Todas las chicas son poetisas geniales excepto las que hacen versos. La anorexia, aparte una enfermedad peligrosa, es la réplica que nos dan los jóvenes a los maduros, un régimen contra el exceso de presencia, contra la carnalidad playera del milenio. Basta con mucho menos.
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Yo es que me pondría las botas pero a saco.
¿Sabes?
Todas esas anoréxicas livianas y felices y saltimbanquis tan volátiles como imperecederas y libres debajo de sus vestidos cortos de entretiempo me hacen plantearme si el barroquismo en realidad no es más una patochada.
Me cago en tus muertos, Stalin.
Esas piernas se merecen un haiku, no un soneto.
¿Y PARACUELLOS QUÉ? ¿EH, CARRILLO? ¿Y PARA CUELLOS QUÉ?
El conceptismo fue una feliz mentira.
No vengo ahora a haceros reír; son cosas de fisonomía seria y grave, tristes, elevadas y patéticas, llenas de pompa y de dolor; escenas nobles, propias para inducir los ojos al llanto, lo que hoy os ofrecemos. Los inclinados a la piedad pueden aquí, si a bien lo tienen, dejar caer una lágrima: el tema es digno de ello. Aquellos que dan su dinero sin la esperanza de ver algo que puedan creer, hallarán, no obstante, la verdad. Los que vienen solamente a presenciar una pantomima o dos, y convenir en seguida en que la obra es pasable, si quieren permanecer tranquilos y benevolentes, les prometo que tendrán un rico espectáculo ante sus ojos en el transcurso de dos breves horas. Sólo aquellos que vienen a escuchar una pieza alegre y licenciosa, un fragor de broqueles, o a ver un bufón de larga vestidura abigarrada, con ribetes amarillos, quedarán defraudados; pues sabed, amables oyentes, que mezclar nuestra-verdad auténtica con tales espectáculos de bufonería y de combate, además de que sería rebajar nuestro propio juicio y la intención que llevamos de no representar ahora sino lo que reputamos verdadero, nos haría perder para siempre la simpatía de todo hombre culto. Así, pues, en nombre de la benevolencia, y puesto que se os conoce como los primeros , y más felices espectadores de la ciudad, sed tan serios como deseamos; imaginad que veis los personajes mismos de nuestra noble historia tales como fueron en vida; imaginad que los contempláis poderosos y acompañados del gentío enorme y de la solicitud de millares de amigos; luego considerad cómo en un instante a esta grandeza se junta de repente el infortunio. Y si entonces conserváis vuestra alegría, diré que un hombre puede llorar el día de sus bodas.
¿Os fijáis qué cara de hombre culto, inteligente y sofisticado tengo?
Sobre todo de inteligente.
En mayo del 68 tenían a Joan Baez.
Y NOSOTROS tenemos al Fary.
...Aunque esté muerto.
Bueno, también tenemos a Camela.
El caso.
Que viva la revolución.
Mirad qué caída de ojos, mirad.
Escribo a máquina.
ZAPATERO EMBUSTERO
EL PODER PARA LAS RUEDAS
POLÍTICOS ATRACADORES
¿Exactamente qué era lo que reclamábamos?
ILLA ILLA ILLA ILLA MARAVILLA
QUE VILLA ESPAÑA
Un artículo, éste, de lectura patográfica y protuberante, y no sé lo que significa lo que acabo de decir.
Rosa, rosae.
PALLASO.
Truman Capote no era periodista.
Pedro Jota es un gigante del periodismo.
Sí, sí. Sí.
Doy clases en una universidad.
TRAIDORES.
Lo que menos me gusta de un hombre es que no tenga principios éticos.
Lo que más, sus manos.
Abstenerse pilosos.
(Mierda!)
Rajoy es un bolchevique, que lo dicen en la COPE.
Puto Rajoy, lo odio.
Bizcochable.
La última temporada de Lost se mea en las anteriores, aunque yo tampoco entiendo el efecto Desmond.
El pederasta del Raval me ha ganado varias veces al parchís, pero porque siempre le salían muy pronto los cincos.
Y, mientras, las madres avezadas planchando calzoncillos que habrán de guarecer (un días más) vuestros cojones cansinos. (Yo también me pondría chupidestroyer, la verdad).